domingo, 5 de octubre de 2014

"SPACE INVADERS” DE NONA FERNÁNDEZ SILANES - La historia de una generación que creció durante la Dictadura Militar chilena

Autora del libro de relatos El Cielo y las novelas Mapocho (2002), Av. 10 de Julio Huamachuco, Fuenzalida(2012) y la obra de teatro El Taller(2013), Fernández Silanes (Santiago de Chile, 1971) vuelve en su última novela -recién publicada por Eterna Cadencia- a ese tiempo de su infancia y adolescencia que la marcó para siempre.


Sus cuentos forman parte de diversas antologí­as nacionales e internacionales. En 2011 fue elegida por la Feria del Libro de Guadalajara como uno de los 25 Secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana.


Temas como la memoria, los sueños, la resignificación de los recuerdos o las marcas que deja la dictadura militar, están presentes en tu novela ¿Cuál fue el disparador de esta historia?

Es la propia vivencia, o las huellas de esa vivencia pasada. La niña y la adolescente que fui, creció y se armó en esos extraños y pegajosos años, que cuesta tanto sacárselos de encima. La historia que sirve de hilo conductor a todos estos recuerdos y retazos de memoria de este grupo de niños, es una historia real. La historia de Estrella González, una compañera de nuestro curso en el liceo, quien era hija de un ahora conocido ejecutor de la dictadura.


Agrupados bajo el influjo de Estrella González irrumpen en el texto los alumnos de un liceo durante la dictadura de Pinochet, una época difícil de recordar ¿Es por esto que los personajes reconstruyen esos días desde un mundo onírico?

La memoria y los recuerdos son tan exclusivos y personales como los sueños. Cuando quise reconstruir la historia y conversé con algunas de mis compañeras de esos años, me di cuenta que cada una recordaba distinto. Había un patrón objetivo en lo general, pero en lo particular todo era muy diferente.


El desenfoque de los sueños y la imprecisión de los recuerdos están hilvanados con el mismo material: hilo de aire. Un hilo tan difícil de controlar y de materializar. El mundo onírico en el que se mueve la historia obedece a eso, a la naturaleza de los recuerdos más que a la dificultad de narrar los años en los que transcurre la novela.


capa libroEl contrapunto esta dado en las cartas, en algunos hechos de la realidad que se cuelan, como una gran marcha contra Pinochet o el secuestro de dos jóvenes comunistas ¿Buscaste que ese cruce entre la realidad y los sueños estuviera presente en la estructura de la novela?

Todos esos hechos, incluso las cartas de Estrella que están copiadas de cartas que alguna vez ella escribió, son hechos de crónica, hechos reales. La Marcha del Hambre, la muerte de los hermanos Vergara Toledo, el Caso Degollados, etcétera.


Los sueños y los recuerdos están anclados a la realidad, tienen un sustento que viene de ahí, una huella de verdad que los origina. De ella se nutren y crecen y se transforman. En el caso de esta historia, todo este material de crónica corresponde al cable a tierra de este gran sueño colectivo que es Space Invaders.


¿La ficción es una manera de sortear los agujeros negros de la memoria?

“Lo que no se sabe se inventa”, dice un dicho que no creo que sea sólo chileno. La ficción es una forma de darle sentido a esos vacíos, de explorarlos.


El título de la novela, Space Invaders, remite a un video juego de aquellos años, ¿Cuándo decidiste ponerle este nombre? ¿Por qué?

Esta historia es también, en parte, la historia de una generación. La mía. Los que crecimos en esos extraños años en los que nos tocó ser niños, en medio de un Chile alucinado y alucinógeno. Las tardes eran largas y pegajosas y las pasábamos jugando ese jueguito que nos dejaba las manos negras de tanto apretar los controles.


Creo venir de una generación de marcianos. Recuerdo a un ejército completo marchando en la calle en 1985. Recuerdo las pancartas, los gritos, las consignas. Recuerdo a los que fueron los líderes de toda esa legión extraterrestre, marcianitos como los del Space, de quince años, con uniforme escolar, enarbolando estrategias serias y discursos claros con sus voces recién cambiadas, con sus bigotes estrenándose bajo la nariz, dispuestos a todo.


Recuerdo el ánimo y el arrojo de las bases marcianas que avanzaban con fuerza entusiasmadas por la energía colectiva, por la posibilidad del cambio.

De un momento a otro, una vez llegada la democracia en los años 90 todos esos marcianos, que pensaban cambiar el escenario, desaparecieron, se fueron al cajón donde se guardan los juguetes viejos, y ahora no son más que un recuerdo de la infancia.


Leo en la portada del libro que sos actriz y sos autora de una obra de teatro ¿Ha influido esta experiencia en tu literatura?

Todo se contamina. La actriz que soy se cuela en mis libros y la escritora aparece en el escenario. Soy la misma persona que ocupa todas sus caligrafías, las del cuerpo, y las de la palabra.



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