domingo, 17 de agosto de 2014

El duro testimonio de un exiliado del país más cerrado del planeta

Kim acepta la entrevista exclusiva con Télam, pero por seguridad de su familia que aún queda allá, pide que no haya fotos. La represión del gobierno encabezado por Kim Jong-iI puede ser implacable y él ya lo sabe: tras una primera fuga del país y posterior recaptura, fue encarcelado y torturado y su madre y su padre -luego muerto- también fueron a parar a los “campos de rehabilitación”.


“Se dan situaciones espantosas, como por ejemplo que si una persona mata una vaca para comer se la condena a pena de muerte, porque la vaca hace el trabajo de 10 personas y es intocable”


La primera aproximación a la vida en la parte pobre de la península coreana tiene que ver con las permanentes hambrunas y la cifra que revela Kim no deja de asombrar: más de un 20 por ciento de la población sigue muriendo de hambre por año.

“Se dan situaciones espantosas, como por ejemplo que si una persona mata una vaca para comer se la condena a pena de muerte, porque la vaca hace el trabajo de 10 personas y es intocable”, relata este exiliado que un día logró escapar de la cárcel y cruzar a China para alcanzar la libertad.

En Corea del Norte a las cárceles se las denomina “campos de rehabilitación”, que en la práctica son de “concentración” porque sólo existen tribunales populares que en base a una simple denuncia o acusación de un funcionario, sin mayores pruebas ni juicio, sirven para detener a los ciudadanos comunes.

“Se puede decir que es un país de cárceles –explica Kim, traductor por medio-, porque para que el gobierno siga manteniendo su sistema represivo deben existir. En la actualidad hay 16 campos de rehabilitación fijos y muchos subcampos que son para delitos menos graves”.

Corea del Sur y Corea del Norte libraron una guerra que se frenó con un alto el fuego pactado en 1953, aunque sin declarar nunca el fin de la misma. Desde entonces, las familias que quedaron a uno y otro lado están divididas ya que salir de Corea del Norte está prohibido, como prohibidas están las protestas y la existencia de fuerzas opositoras a la del gobierno.

De noche no existe la luz -fue famosa una foto satelital nocturna en la que se ve la Península de Corea iluminada en su mitad del sur y absolutamente a oscuras en la norte- y aunque parezca increíble pocos conocen los celulares, no existe internet y por ende son absolutamente desconocidas las redes sociales y la tecnología.

Sin embargo, Kim revela que está germinando una leve resistencia popular basada en una circunstancia impensada como motor revolucionario: la hambruna.

“El cambio comenzó entre 1995 y 2000, cuando el abastecimiento de alimentos no alcanzaba para sobrevivir y mucha más gente moría de hambre por desconocer la metodología del trueque o la compra-venta”, relata.

Y agrega que “hoy en día, la gente que antes vivía sólo de las donaciones, debido a la gran crisis está aprendiendo a vender algo que no necesitan por otra cosa que sí precisan. Ahora pueden hacer negocios y eso va cambiando un poco el rígido sistema”.


“Se puede decir que es un país de cárceles –explica Kim, traductor por medio-, porque para que el gobierno siga manteniendo su sistema represivo deben existir


El gobierno de Kim Jong il no está dispuesto a flexibilizar su sistema, pero las extremas necesidades del pueblo le restaron fuerzas como para frenar los primarios cambios.

“La gente ahora sabe que para sobrevivir precisa un sueldo, y que como éste es mínimo y no alcanza a cubrir las necesidades básicas, están empujados a negociar legal o ilegalmente. Esas necesidades son tan fuertes que el gobierno, a pesar de conocer la nueva realidad, no puede frenarlo”, explica Kim.

Gran parte de los pocos fugados de Norcorea lo hicieron en el citado período. Kim relata que vivir los primeros seis meses en China le abrió la cabeza para entender que existía otro mundo. “A nosotros, desde chicos, nos educan diciéndonos que Corea del Norte es el centro del universo y el país con la mayor fuerza política del mundo, incluso mayor que Estados Unidos”, recuerda.

Esa forzosa rebelión que impulsa gotas de un capitalismo light, va germinando también resistencias mínimas como el fallido intento de destrucción de todos los monumentos de Kim Jong il o el escribir consignas opositoras en los retratos del líder, que vale decirlo son de exhibición obligatoria hasta en las casas particulares.

No es un trabajo simple, por cierto, pero muy artesanalmente los contactos con los exiliados comienzan a mostrar algo de luz en el interior de la Corea pobre y cerrada. Rebelarse a las expropiaciones porque saben del valor de la propiedad privada, aunque mínima, es una forma de resistencia.

“En la primavera árabe se logró vencer al cerco informativo y represivo del Estado mediante la utilización de las redes sociales, que nosotros casi no tenemos, por eso queremos tomar los modelos de las grandes revoluciones que hubo cuando todavía no existía la tecnología”, confiesa.

Y reafirma que “antes los norcoreanos no enfrentaban al gobierno porque no tenían qué perder. Pero hoy en día, al existir un mercado, la gente está adquiriendo bienes propios que no quieren que les confisquen y esa es la resistencia que empezamos a ver más allá de la falta de redes sociales y tecnología”. 



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