Como aficionado al teatro me pregunto ¿cuánto bien se podría haber hecho por este arte y por la cultura en general en nuestro pueblo con ese mismo dinero? ¿Cuántas buenísimas actuaciones se podrían haber traído? ¿Cuántos profesores de teatro se podrían haber pagado? ¿Cuántas compañías se podrían haber creado? ¿Cuántos actores podrían haber salido de aquí? ¿Cuántas producciones se hubieran hecho? ¿Cuántas giras se habrían realizado? ¿Cuántos visitantes habrían venido al “pueblo del teatro”? ¿Cuánta riqueza se podría haber generado?
En el pueblo de Fuentevaqueros, cuna de nuestro dramaturgo más internacional, los personajes de La Casa de Bernarda Alba son las propias vecinas que se cuentan los chismorreos de tapia en tapia mientras algún poeta las convierte en mitos mediante la escritura. Nada tan básico y sencillo como un tablao en una plazuela para captar y transmitir el enorme legado cultural recibido y que pervive precisamente porque corre en el aire de las calles y sus gentes. Los niños de Fuentevaqueros conocen a la perfección a Doña Rosita la soltera, no porque tengan un Teatro espectacular, sino porque el teatro es el pueblo. Quizá también tenga mucho que ver aquella historia de la Barraca, o lo que es lo mismo, ese esfuerzo por llevar la cultura a los más pobres.
Pero no. Lo que en Torrox vamos a tener ni se parece a ese teatro “de verdad”. Más bien será como el de principios de siglo XX, precisamente el mismo contra el que luchó Lorca, Valle Inclán o Gómez de la Serna. Un teatro de comedia burguesa a lo Echegaray, conformista y elitista. Destinado a un público que busca la risa fácil en lo folclórico y el género “revista”, tan apreciado por las vedettes del franquismo e impulsado por unos hermanos Quintero que, lejos de ensalzar el orgullo andaluz, lo ridiculizaban y rebajaban para degustación del burgués medio que asistía al teatro únicamente para parecer más “cool” e interesante.
O quizá, si damos otra vuelta de tuerca, lo que tengamos delante no sea otra cosa que una broma más del “género del absurdo”, tan amado por Brecht, Ionesco, Pirandello o Miguel Mihura. De ser así, se trata de una genialidad esto de empezar la casa por el tejado con el objeto de poner de manifiesto lo absurdo de estos tiempos modernos en que vivimos. Entendido así, como ejemplo y expresión de todo lo que no hay que hacer, sí veo bien este nuevo Teatro Villa de Torrox.
Vía: http://www.malagaldia.es/
INAUGURADO POR SEGUNDA VEZ EL TEATRO DE LOS 7 MILLONES
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