martes, 21 de mayo de 2013

Saqueos y destrucción del patrimonio, la otra guerra en Siria


La guerra que desangra a Siria tiene el costado más visible en las muertes y la angustia diaria que padecen sus habitantes, pero también otro más oculto, menos letal en vidas pero no en riqueza cultural: la destrucción y los saqueos de su patrimonio histórico.



 patrimonio

Al igual que sucedió tras la invasión en Irak con el saqueo de sus museos y de su Biblioteca Nacional, frente al total desprecio del entonces presidente George W. Bush, Siria enfrenta a redes internacionales que en este tipo de crisis hacen su millonario negocio robando piezas que luego venden en el mercado ilegal.

Las autoridades sirias no dudan en asegurar que pese a las denuncias y a los reclamos, hasta el momento ni la UNESCO ni el resto de las organizaciones internacionales que se dedican a la preservación cultural movieron un dedo para brindarles ayuda.


“En el país hay diez mil sitios arqueológicos y más de 40 museos. Estamos sufriendo ataques de terroristas y varias zonas han sido dañadas y destruidas, pero estamos tomando medidas para preservarlas y reconstruirlas”, explicó el director general de Antigüedades y Museos de Siria, Maamoun Abdulkarim, en una entrevista concedida a Télam.


“Este año se incrementó el saqueo debido a que la mafia que trabaja en estos temas cuenta con apoyo de mercenarios de Irak, Líbano y Turquía. Hay un corredor de 400 kilómetros entre Irak y Turquía por donde se mueven sin que nadie nos ayude a frenarlos”, advierte con un tono de congoja.


Abdulkarim explicó que también se viven situaciones especiales en dos lugares arqueológicos de la antigua ciudad de Mari, fronteriza con Irak y lindera con el río Eufrates, donde hay más de 300 perforaciones de saqueos ilegales.


El encuentro con este enviado de Télam se produjo en la oficina que Abdulkarim tiene en el Museo Nacional, con ventanas hacia el río Al Barada, que como un tajo surca transversalmente la ciudad de Damasco.


Frente a las permanentes explosiones de bombas y morteros que sacuden esta ciudad milenaria, el lugar se transforma en un remanso ideal para entender que frente al dolor de la muerte, muchos están haciendo negocios con valores irrecuperables o simplemente destruyendo para generar caos.


“En Harem, en el norte del país, varias aldeas cristianas e iglesias fueron saqueadas y destruidas y están haciendo perforaciones para saquear”, explica.


Frente a la pregunta de cuál fue el sitio más dañado por atentados de insurgentes, Abdulkarim no duda en señalar al zoco de Alepo, un mercado medieval ubicado en el casco antiguo de la ciudad.


Otro fue la Gran Mezquita de los Omeya, en la misma ciudad, un monumento que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y cuyo minarete fue totalmente destruido por combates.


Palmira, una antigua ciudad nabatea situada en el desierto de Siria, en la actual provincia de Homs, que data de hace casi 2.000 años y donde reinó Zenobia, la Cleopatra de Siria, también se encuentra en peligro.


“Tememos que los armados entren en Palmira y la conviertan en un cuartel para lanzar sus ataques y provocar la respuesta defensiva del Ejército. Esto podría llevar a perder el patrimonio de todo el pueblo sirio, nuestra memoria social, nuestra historia”, advirtió.


Frente a la posibilidad de un desastre, no dudó en denunciar que Siria se siente “muy sola” debido a la “ignorancia de la comunidad internacional”, ya que la UNESCO brindó “únicamente apoyo simbólico mediante cartas o mensajes”, pero “no presionó a los países vecinos para impedir el ingreso de las bandas de mafiosos”.


Respecto a los trabajos que se realizan para evitar los saqueos, Abdulkarim reveló que se ocultaron las piezas arqueológicas y se cerraron los museos, para crear luego departamentos de arqueología en cada provincia que “juegan un papel importante porque trabajan empleados de sus propias ciudades”.


Con esta red de especialistas y voluntarios y el pedido de ayuda a Interpol, ya se recuperaron unas 4.000 piezas saqueadas y, recientemente, 18 pinturas que fueron halladas en Líbano.


“Por eso -finaliza Abdulkarim- lo que le decimos al pueblo sirio, opositores y partidarios, es que todos compartimos la misma historia, tenemos la misma memoria social y por lo tanto tenemos el deber de preservar estas zonas arqueológicas”.



Saqueos y destrucción del patrimonio, la otra guerra en Siria

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