jueves, 7 de noviembre de 2013

Alex de la Iglesia sorprende con una historia de perdedores y brujas

Con “Las brujas”, el cineasta español Alex de la Iglesia vuelve a dar muestras de su talento para el gran espectáculo con humor negro y agudos apuntes acerca de hombres y mujeres, con marco de una rica cinefilia que lo destaca de todos sus compatriotas.


La Puerta del Sol, corazón del centro de la ciudad, es un verdadero mundo aparte con sus propias reglas de juego, que cambian vertiginosamente cuando De la Iglesia la usa de escenografía para un suceso policial que es una verdadera clase de puesta en escena en vivo, un manifiesto tan machista como necesario.


De esa plaza llena de sujetos disfrazados, estatuas vivientes, faunos, soldaditos y hasta Jesús, léase ramplones de toda estatura y pelaje surgen los que quieren dar el gran golpe y explicar su porqué, que no es otro que el de millones de hombres que, por ternura o amor bizarro son víctimas de mujeres impiadosas.


La cuestión que estos ladronzuelos palurdos, un niño hijo de uno de ellos, y un par de colados, uno a la fuerza, otro finalmente voluntario y consecuente con los vándalos, pertenecen a una clase social española por llamarla de alguna manera, para la mayoría de las mujeres, la de los machistas a ultranza.


El problema del grupo es que camino a Francia, con una bolsa llena de miles de anillos oro, esos que los divorciados cambian por dinero en las casas de compra de oro vecinas al monumento con el oso desesperado por llegar a un panal de abejas en lo alto del madroño en la Puerta del Sol, pierden el rumbo.


En medio de discusiones, enfrentamientos, y todo tipo de disparates que apuntan a poner en su lugar a mujeres de las que solo se tienen referencias, todos ellos terminan en Zugarramurdi un pueblo fantasmal de Navarra que cambia por completo el discurso de comedia con ladrones al de película de terror hecha y derecha.


Zagarramurdi es un pueblo congelado en el pasado con un mundo subterráneo de varios niveles, el más profundo inmenso, una suerte de templo pétreo multiforme a lo Gaudí, donde todo será posible para estas sorginas (término en euskera parecido a brujas), una de ella sensual al mango, estilo “Barbarella”.


No será una película de terror común sino una donde las mujeres son lisa y llanamente brujas de tres generaciones que viven, estaba escrito, de hombres sometidos a la servidumbre, de sus fluidos que las mantienen vitales y sus propios cuerpos servidos al plato, principio de un aquelarre que termina a toda fiesta.


“Del crepúsculo al amanecer” a “Sombras tenebrosas”, las propias “El día de la bestia”, “Crimen ferpecto” y “Balada triste de trompeta”, hasta Goya (“Saturno devorando a sus hijos”), en un final con Diosa mezcla de Godzilla cruzada con mujer gorda a lo Botero, un despliegue de humor negro, ritmo y exceso, memorable.


Si hay algo de lo que se puede estar seguro es que De la Iglesia es, salvo cuando el guión viene de manos muy extrañas, como ya ocurrió en dos oportunidades, un verdadero artista, con rasgos geniales, que lo recortan hasta ponerlo un lugar de privilegio por sobre todos sus contemporáneos, incluso Pedro Almodóvar.


Mientras el manchego pierde el brillo efervescente y la solidez de una media docena de buenos ejemplos, el bilbaíno es cada vez más preciso y transgresor: de la tienda departamental estilo El Corte Inglés al Valle de los Caídos símbolo del franquismo y ahora a un averno oculto bajo tierra cerca de Pamplona.


De la Iglesia convocó a varios grandes para el detrás y delante de las cámaras, entre los primeros al director de fotografía Kiko de la Rica el mismo de “Blancanieves”, y por delante a Mario Casas, Hugo Silva, Javier Botet, Carolina Bang, Terelé Pavez, y en un papel superlativo por sus mutaciones, Carmen Maura.


“Desde el punto de vista de la comedia, me río de mí mismo y de la incapacidad para relacionarme con el sexo opuesto. Escogí como actores principales a Mario Casas y a Hugo Silva porque me apetecía someter a estos dos galanes al dominio de las mujeres”, aseguró el director en su presentación en San Sebastián.


“A mí lo que me hacía mucha gracia de las tres brujas, Pavez, Maura y Bang, quizá inspirado en los personajes de `El bebé de Rosemary`, es que fueran señoras normales, que se reúnen para comer, que hacen una fiesta, son encantadoras y hasta se esfuerzan por caer bien”, aseguró el cineasta.



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