Ingrid Betancourt, rescatada hace cinco años en un espectacular operativo militar tras seis años de cautiverio, apoyó el diálogo de paz entre el gobierno de Colombia y sus antiguos captores para poner fin a “esta guerra atroz” de la que responsabilizó a “todos los colombianos”.
Hace cinco años la excandidata presidencial colombiana Ingrid Betancourt era rescatada en un espectacular operativo de inteligencia militar tras un cautiverio en manos de las FARC entre que se extendió entre 2002 y 2008 y la convirtió en la rehén más emblemática de esa guerrilla.
El rescate, ocurrido el 2 de julio de 2008, junto al de otros 14 rehenes, significó un triunfo político para el entonces presidente Álvaro Uribe y su ministro de Defensa, el actual mandatario Juan Manuel Santos, fue una noticia mundial, y el aterrizaje del helicóptero que la trajo desde la selva colombiana fue transmitida en vivo por todas las cadenas de televisión.
Betancourt, cuya liberación en la “Operación Jaque” fue saludada por mandatarios y personalidades de todo el mundo, que era fundadora y candidata del partido Oxigeno Verde, fue secuestrada por las FARC durante la campaña electoral de 2002, cuando viajaba por tierra junto a Clara Rojas, su vocera de campaña.
Ambas fueron llevadas a la selva donde permanecieron en cautiverio por seis años, durante los cuales Rojas tuvo un hijo con el que se reencontró luego de su liberación, el 10 de enero de 2008, decidida unilateralmente por la organización insurgente.
En el período de cautiverio, Betancourt intentó fugarse varias veces y siempre fue descubierta, por lo que después confesó, fue atada con una cadena y maltratada sus cuidadores.
La excandidata fue una de las personas que hubieran entrado en un acuerdo humanitario. De hecho, el gobierno colombiano encabezado por Uribe permitió que la senadora Piedad Córdoba y el presidente de Venezuela Hugo Chávez, participaran como facilitadores para un acuerdo humanitario en agosto de 2007.
Sin embargo, suspendió unilateralmente dichas gestiones el 21 de noviembre del mimos año, argumentando que Chávez se había comunicado con un Alto Mando militar colombiano a pesar de que Uribe se lo había negado previamente, hecho que generó un incidente diplomático entre ambos países.
Una vez liberada, Betancourt fue postulada dos veces al Premio Nobel de La Paz y en 2008 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, y fue designada embajadora de los familiares de secuestrados de Colombia.
También, realizó una gira por varios países contando su experiencia y aunque dijo que no claudicaría en su lucha por las personas que permanecían secuestradas, al tiempo se alejó de la arena política y se fue a vivir a París.
Tras su rescate se generó una fuerte polémica en Colombia, donde muchos criticaron su solicitud para una indemnización millonaria al Estado por no haber asegurado su protección.
“Esta historia me afectó mucho, creo que fue muy injusto, lo sentí como una gran maldad”, recuerda Betancourt, quien confesó haber renunciado luego a esa demanda. “Eso prolongó el tiempo que precisé para recuperarme”, dijo sobre el tema.
“En Colombia todos somos responsables de esta guerra atroz”
Mañana se cumplirán cinco años del rescate y Betancourt, desde Londres, donde prepara un doctorado en teología en la universidad de Oxford, aboga por el “perdón” como elemento clave para la paz en Colombia y llama a aprovechar este actual proceso de paz porque “es una gran oportunidad histórica”.
El proceso de paz que el Gobierno de Santos negocia desde noviembre de 2012 con las FARC en La Habana es el tercer intento de diálogo con la principal guerrilla del país, después de más medio siglo de conflicto armado interno.
La exsecuestrada confía en el buen resultado de las negociaciones porque “hay una racionalidad entre el hecho de haber comenzado su mandato haciendo una Ley de Víctimas (y Restitución de Tierras) para abrir un espacio de credibilidad con una guerrilla que finalmente se siente en la mesa de la paz”.
Además, identificó como “uno de los puntos sensibles que tienen los negociadores” la forma de conjugar paz, perdón y justicia.
Por otro lado, consideró positivas las críticas de los opositores del proceso, como el expresidente Uribe, pues “ayuda a una paz de calidad y no una paz pegada con colbón (pegamento)”.
Asimismo, recomendó no obligar a los guerrilleros a pedir perdón ni a plantear una desmovilización. “Tenemos que ser generosos y debemos abrirles la posibilidad de hacer política porque es esencial”, dijo, en momentos donde se trata el punto de la participación política de la guerrilla en la mesa de La Habana.
“Evidentemente, el perdón es un elemento central, pero no un perdón dado como una limosna. En Colombia todos somos responsables de esta guerra atroz. Todos formamos parte de una generación que con el perdón debe asumir esta responsabilidad”, dijo.
En cuanto a la eventualidad de una suspensión de penas para los guerrilleros arrepentidos, uno de los puntos cruciales de las negociaciones, dijo que “no le molesta”.
“No podemos continuar con una justicia de venganza, la paz nos exigirá aceptar cierto grado de impunidad, es inevitable”, reconoció.
A cinco años de su liberación, Betancourt apoya el diálogo del gobierno y las FARC
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