En Gran Bretaña acuñaron el acrónimo PIGS (Cerdos) para referirse despectivamente a Portugal, Irlanda, Grecia y España, los países pobres que los poderosos europeos casi no consideran parte del continente.
O sí, como Alemania, que los sigue sosteniendo a fuerza de ajustes, recortes y endeudamiento para que su establishment económico, tenedor de gran parte de los bonos de esos países, no estalle en mil pedazos.
Dos de esos países, que junto a sus pares de la Unión Europea exigieron a los gritos que Estados Unidos explique y se disculpe por el escándalo del espionaje que practicó en sus territorios, apenas Barack Obama levantó el teléfono hicieron la venia y negaron el aterrizaje al avión del presidente boliviano Evo Morales.
Según la Real Academia Española, institución de colonialismo intelectual si las hay, a través de la cual España quiere unificar el idioma castellano desconociendo la existencia de los geolectos, el término lacayo se impone hacia quien es “servil, rastrero”.
Por estas horas, seguramente habrán retirado todos los espejos de esa casa de alta penetración lingüística para no verse reflejados en sus mismas definiciones, luego de cumplir las órdenes dictadas por la potencia que hace pocos años los obligó a ser cómplices en vuelos que trasladaban prisioneros ocultos hacia Guantánamo.
Aeropuertos europeos que pasaron a tener pistas clandestinas para aviones militares estadounidenses, civiles secuestrados sin posibilidad de una defensa legal, violación de todo derecho humano, nada fue cuestionable para esos países.
Como contrapartida, el rumor instalado por la Casa Blanca de que un avión presidencial podía llevar al “topo” Edward Snowden, alcanzó para negar la elemental ayuda de aterrizaje a Evo. Pero esta acción no esconde sólo lacayismo, sino también una ancestral concepción colonialista.
Está íntimamente ligada a aquel famoso “por qué no te callas” que el rey Juan Carlos de Borbón le espetó en la cara al presidente Hugo Chávez, como si se dirigiera a un súbdito. O al “sudaca” con que nos definen por aquellos pagos, contracción despectiva de “sudor” y “caca”.
O Los gitanos que son “calorros”, los de aspecto amerindio “panchitos” o “guachupinos” y los llegados de Magreb africano que siguen siendo “moros” a pesar de los siglos, por citar sólo algunos casos.
Que nada tienen que ver con el “gallego” o “tano” como se los llamó por estas tierras a los inmigrantes. La diferencia es la misma que hay entre el desprecio y el aprecio.
Unasur repudió la inexplicable actitud no sólo de España y Portugal, sino también de Italia y Francia, país, vale recordar, que prefiere que se lo conozca por el gentilicio “galo” que refiere a Galia, antiguo nombre de Francia, antes que “latino” que es el origen de su idioma.
Nada es casual: el desprecio que sienten los franceses hacia ese adjetivo que también los califica pero que ellos sólo consideran aplicable a españoles, italianos y portugueses, es el mismo que trasladan hacia los pueblos indoamericanos. Como Estados Unidos hacia todos los hispanos.
La causalidad es el hilo conductor que los entrelaza: obedecen al que los somete pero siguen razonando como potencia colonial. Anacronismo consiste en presentar algo como propio de una época a la que no corresponde. Deberían saber que este es también un espejo en el que se vieron patéticamente reflejados.
No hubo errores ni excesos, por eso una liviana disculpa jamás puede alcanzar. Evo fue víctima de una mentalidad colonialista latente entre los que piensan, después de 500 años, que el descubrimiento fue tal y que aún hoy debemos seguir agradeciéndoles.
No hubo errores ni excesos: Evo padeció el latente colonialismo Anunciate GRATIS en nuestros clasificados
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