lunes, 20 de enero de 2014

El Dakar se siente como en su casa en Sudamérica, pero con crecientes dificultades para los pilotos

El Dakar 2014 dejó en evidencia que el rally más difícil del mundo se siente como en casa en Sudamérica y busca nuevos escenarios en la región, como fue este año Bolivia, pero que le produjo a los pilotos crecientes dificultades como las que hicieron de esta sexta edición la más complicada desde que la competencia dejó África.


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Por María Pía Del Bono


La edición Argentina-Bolivia-Chile 2014 llegó con cambios significativos que le sumaron dificultades a la prueba, como los 1.000 kilómetros adicionales de carrera pura que debieron enfrentar los pilotos, con lo que se convirtió, de movida, en el Dakar más extenso desde que se haya corrido en Sudamérica.


Los otros dos puntos salientes fueron las etapa maratón para las motos y cuatriciclos, que este año fueron dos, San Rafael-San Juan y Salta-Uyuni, y que equivalieron a cuatro.


También se implementaron caminos diferenciales para las cuatro categorías, con el propósito a de descomprimir el camino a las dos ruedas, aunque la dificultad terminó apareciendo en la hoja de ruta.


“Un Dakar es un Dakar y tiene que ser así, difícil, muy difícil”, resumió en diálogo con Télam el qatarí Nasser Al Attiyah, campeón en 2011


El nuevo campeón en la categoría autos, Nani Roma, reconoció que la etapa de Chilecito-Tucumán fue la que más le “costó manejar” desde 2005, año en que cambió la moto por un auto, y su compañero y once veces ganador de un Dakar, el francés Stépahne Peterhansel coincidió en remarcar la dureza de la prueba.


“Un Dakar es un Dakar y tiene que ser así, difícil, muy difícil”, resumió en diálogo con Télam el qatarí Nasser Al Attiyah, campeón en 2011.


David Castera, director deportivo del rally, explicó que en el Dakar no es una cuestión de ganar etapas a lo loco, sino tener varios factores en cuenta: “Una cosa es ser piloto de moto y otra ser corredor de rally de raid”, dijo.


En ese sentido, este ex piloto de Dakar hoy encargado de dibujar los caminos de la carrera, sintetizó: “Si hablamos de velocidad, además hay que saber navegar, y tener estrategia. Hay quienes tienen velocidad, pero les falta lo otro. Pero hay que tener las tres aptitudes”.


Un caso claro de esto puede ser el piloto Joan Barreda (Honda). El español había sido el líder hasta la cuarta etapa y se mantuvo segundo desde la quinta hasta la penúltima, cuando cayó al séptimo puesto de la general, en el que terminó.


El valenciano, uno de los más rápidos del Dakar, se quedó sin nada. Si bien su moto tuvo problemas mecánicos, la exigencia desmedida a su máquina y las caídas en el desierto conspiraron contra su meta de hacer podio.


Tras seis años en Sudamérica, quedó a las claras que el Dakar encontró en el continente una nueva casa, en la que los competidores se enfrentan a iguales y hasta mayores retos de los que se topaban en África, su tierra natal.


No es necesario que el 80 por ciento de sus caminos sean en pleno desierto para imprimirle dificultad.


A tres etapas del final de la competencia, el 47 por ciento de los 431 competidores que el 5 de enero habían largado desde Rosario hacia Valparaíso había quedado fuera de carrera, un porcentaje que “no se daba desde 2006 cuando aún se corría en Africa”, destacó el propio director de la prueba, Etienne Lavigne, en una entrevista con Télam.


La aparición de Perú hace tres años en el calendario Dakar imprimió a la competencia aires más dakarianos, por sus desiertos semejantes a los de Mauritania, y en consecuencia la hoja de ruta se tornó más complicada para los pilotos.


En 2012, la competencia adquirió una dureza hasta ese momento desconocida, a tal punto que el cuatro veces campeón de motos, el francés Cyril Despres, llegó a Lima victorioso pero al límite emocional y físico, tras haber sorteado los dificultades del camino y el intenso calor, enfrascado en un duelo atroz durante dos semanas con su ex compañero y archirrival, el catalán Marc Coma, flamante ganador de este Dakar 2014.


Fue por eso que cuando en mayo pasado se dio a conocer que la nueva edición pasaría por Argentina, Bolivia y Chile, y dejaba afuera a Perú, por cuestiones de logística del recorrido, muchos subestimaron la dureza de la prueba que se venía.


Tanto Lavigne como Castera dejaron entonces bien en claro que había que esperar una edición muy complicada y que no era necesario correr gran parte de las etapas en el desierto para imprimirle complejidad a la prueba.


“Argentina tiene lugares increíbles y muy complicados como las dunas del Nihuil, se puede hacer mucho aquí”, había señalado Castera.


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El propio Castera admite ahora que, después de seis años en estos caminos, “ya casi no hay más planteos sobre la comparación entre África y Sudamérica”, más allá del romanticismo que despierta el recuerdo de las memorables carreras en las tierras de los tuareg, allí donde nació este rally.


“La gente se hizo a la idea de que estamos en otro sitio, lo aceptamos y avanzamos. Al principio, los primeros dos años era “bueno, pero en África…”. Ahora lo hacemos con los elementos con los que contamos, lo hacemos diferente”, recalcó.


Si en Africa lo que invadía a los pilotos era una inmensa sensación de soledad,  al punto de sentirse casi desamparados, en Sudamérica encontraron algo totalmente desconocido hasta 2009: el fervor del fanático tuerca, fundamentalmente argentino, que no sólo los recibió como héroes sino que dispensó el mismo trato a los competidores como a esos “afortunados” que se desplazan cada día en alguna máquina que integra la caravana Dakar.


Si en Africa lo que invadía a los pilotos era una inmensa sensación de soledad,  al punto de sentirse casi desamparados, en Sudamérica encontraron algo totalmente desconocido hasta 2009: el fervor del fanático tuerca, fundamentalmente argentino


Y nacieron estrellas, la gran mayoría anónimas y otras no tanto, que en un par de etapas recibieron más centellazos de un flash en su rostro que en toda su vida.


Aventureros arropados por los gritos de aliento y las palmadas en el hombro de fanáticos que se apostan en aquellos inhóspitos caminos para verlos pasar y para ayudarlos en el caso de que sea necesario.


También permitió que muchos sudamericanos, en su mayoría argentinos, pudieran cumplir sus sueño de correr el Dakar y hasta hacer historia en el rally, tal el caso de los hermanos Alejandro y Marcos Patronelli, protagonistas de la categoría cuatriciclos desde 2009 y campeones entre 2010 y 2013.


Sin dudas eso en Africa no pasaba y como ese fervor es contagioso, entonces, nuestros vecinos se acoplaron a la histórica pasión tuerca argentina y tanto en Perú, como ahora en Bolivia, se volcaron con fervor a los caminos.


Ya lo dijo Coma: “El Dakar está empezando una nueva era y hay que pelear con todo. Aquí el rally encontró una nueva casa y las marcas se han dado cuenta de eso y por eso el desarrollo que están haciendo en las motos. Se ha vuelto más competitivo”.


Ahora, después de seis años, Dakar se siente a gusto y ya proyecta nuevos escenarios en la región, entre ellos Ecuador, Brasil, Colombia o Paraguay.


Cuando el sábado último se quemaban los fuegos artificiales que iluminaron durante 15 minutos el cielo de la bahía de Valparaíso, el Dakar 2014 ya era apenas un recuerdo y los organizadores empezaban a pensar en el próximo.


Hoy mismo la organización está dibujando los caminos del Dakar 2015 y los rumores indican que la largada volvería a ser en Buenos Aires y de allí subiría al norte del país, tocaría otra vez Bolivia, cruzaría a Chile y finalmente terminaría en Perú, aunque habrá que esperar unos meses para conocer los países elegidos de este renovado desafío.



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